Mercedes Sosa

miércoles, 2 de noviembre de 2011

No soy de aquí ni soy de allá.




Corrían los primeros años de la década 1970 cuando escuché a Facundo Cabral, algo poeta y algo profeta. Con una actitud de bonhomía que de inmediato provocaba empatía con su auditorio. Un cantor de protesta que no hablaba de violencia sino de prudencia, de cierto grado de descaro ante las convenciones sociales de una comunidad humana de hipócritas y mojigatos. Con un delicado erotismo tan ténue que aparentaba ser tan solo un sutil aroma remanente, de mujer. Con una mano abierta y una guitarra siempre dispuesta a acompañar las milongas de este avatar de Martín Fierro pampero. Se cargó con toda la sencillez que había en la Argentina, y por eso dejó desnudos a sus coterráneos, (con excepción de algunos amigos míos y de Alberto Cortez).
Tan desgarbada fue siempre su actitud y tan sarcástica su visión de la vida, que tenía que partir de este mundo, con el estruendo de la sinrazón de una celada, bajo una lluvia de balas que según se dice, ni siquiera tenían dedicatoria para el difunto. ¿Destino? Quién podrá saberlo nunca. Si por lo menos lo absurdamente trágico, lo indeciblemente bestial y absurdo de una muerte así, trajera alguna lección de moral a una comunidad humana que se deshilacha en su cuesta abajo, hacia el Abadón que será su final.
Pero si ni siquiera el Calvario ha traído regeneración a esa bestia sin piedad que son las gentes. ¿Cómo podríamos esperar que, la muerte de Facundo Cabral sirviera para algo más que para vender espacios televisivos en los noticieros, o para incrementar las ventas de sus discos para medro de las compañías disqueras?
Algo escribí cuando me enteré de su muerte. Ni siquiera entre poetas hubo algún indicio de que el mensaje hubiera llegado profundo a alguien. Hoy, al mirar por internet este video, y encontrándome nostálgico por las acostumbradas añoranzas de mi vida, de otros tiempos, cuando no tenía que ingerir píldoras e inyectarme vacunas para el asma, ni sentía tenesmo vesical, ni me preocupaba mi próstata, ni me subían palpitaciones al pecho. Hoy en uno de mis tantos reencuentros con el pasado, no tuve más remedio que colocar este video, y escribir este texto.

Lehitraot profeta,lehitraot

Hasta luego profeta, hasta luego.


No hay comentarios:

Publicar un comentario